Para llegar alto debes tener una buena base. La salud es un plan de largo plazo, y los atajos suelen terminar en callejones sin salida.
La mayoría de programas de entrenamiento hacen mucho énfasis en desarrollar tu fuerza o resistencia, pero muy poco en mejorar tu movimiento. El resultado es exceso de ejercicio y carencia de movimiento. Este desequilibrio deriva en lesiones, dolores y estancamiento. Si la base falla, la pirámide se tambalea.
El entorno moderno ofrece pocas opciones de movimiento. Malas posturas, muchas horas sentados y deportes repetitivos van limitando tu libertad de movimiento. Tus caderas y hombros se vuelven rígidos, tus músculos se desequilibran, tus patrones de movimiento se atrofian. Sin darte cuenta, te vuelves vulnerable, a las lesiones y al dolor.
Para resolver la situación, muchos empiezan a entrenar. Sin duda una acción loable, pero arriesgada. Entrenar con carencias de movimiento puede empeorar la situación. Añadir intensidad sobre una disfunción magnifica el problema.