«Si tu dirección es la correcta, todo lo que tienes que hacer es seguir caminando» .- proverbio budista
Fast Food vs Slow Food
Vivimos en una sociedad que nos empuja a hacer todo lo más rápido posible, a mostrar resultados de manera urgente, a producir cuanto más mejor y en el menor tiempo posible.
En primer lugar, esto genera una sensación continua de estrés, con los problemas asociados para tu salud. Pero además, nos lleva a traspasar esta ansiedad y necesidad de ser más ‘productivos’ a aspectos tan cruciales para nuestra salud como la comida y el ejercicio.
La comida rápida o Fast Food ha crecido a un ritmo vertiginoso en las últimas décadas, haciendo que su comida ‘prefabricada’ y producida en masa represente a día de hoy una parte importante de la dieta de muchas personas. Nuestra comida ya no depende de las estaciones o de nuestra ubicación geográfica; ya no procede de una granja sino de una fábrica; ya no está controlada por granjeros o agricultores sino por grandes corporaciones. El objetivo del Fast Food es producir comida ‘homogénea’, que sea lo más parecida posible en cualquier parte del mundo, que sepa exactamente igual y que sea lo más barata posible de producir. Esta es una de las bases de la conspiración de la industria alimenticia de la que hemos hablado varias veces.
Contra esta creciente epidemia, se está alzando un pequeño movimiento denominado Slow Food, que empezó en Italia en 1986 como protesta ante las primeras aperturas en ese país de restaurantes McDonald’s. Lo que propone Slow Food es volver a los orígenes de la alimentación, poniendo foco en la calidad de los ingredientes más que en la cantidad, haciendo prevalecer los productos y tradiciones locales, con cultivos orgánicos y respetando los animales y el medio ambiente. De paso pretende recuperar el placer de la comida y el sentimiento de comunidad que siempre ha tenido.
Cuando sigues la filosofía Slow Food, estableces una conexión con la historia, con un contexto cultural y con un lugar. Al comer Comida Rápida pierdes todo eso, una Big mac en Nueva York tiene la misma pinta y sabe igual que una Big Mac en Tokyo (y es igual de dañina).
Fast Fitness vs Slow Fitness
Si bien este término es medio (o completamente) inventado, podríamos decir que Fast Fitness es el equivalente al Fast Food en el mundo del entrenamiento físico. Los consumidores del Fast Fitness son aquellos que siguen las modas de las revistas, de los informerciales de la televisión o los banners parpadeantes de internet: ‘Pierde 5 Kilos en 15 días’, ‘Moldea tu cuerpo en sólo 10 minutos’, ‘Biceps de acero en 5 semanas’… En primer lugar esto genera expectativas irreales, poniendo falsas esperanzas en una serie de ejercicios aislados, para los cuales generalmente hay que comprar sofisticados equipos, totalmente desconectados de nuestro pasado y nuestra evolución. Pero la gente quiere resultados inmediatos, y de este afán de ‘velocidad’ se aprovecha la industria del fitness.
Al igual que el Fast Food elimina el contexto y la conexión con el pasado de nuestra comida, el Fast Fitness produce el mismo efecto. No hay un contexto, no hay una historia, no hay una conexión con la forma en la que evolucionamos como especie; simplemente un objetivo de quemar calorías sin entender cómo funciona nuestro cuerpo. Hacemos los ejercicios que nos dicen, con el equipamiento indicado, pero con alta probabilidad de aburrirnos y abandonar, concluyendo que no nos gusta el ejercicio. Algo que ha sido parte inherente de nuestra vida durante millones de años, de repente no nos gusta; algo debemos estar haciendo mal, ¿no? No creo que exista un animal al que no le guste el movimiento, que no disfrute jugando, corriendo, saltando…
Slow Fitness es mi propuesta para recuperar el contexto y la historia de la actividad física, para replicar los movimientos que han sido parte de nuestro pasado por cientos de miles de años, que nos harán disfrutar de nuevo del ejercicio, y por tanto lograr los resultados que deseamos, de manera sustentable. Nuestra actividad física debería ser más que un circuito por una serie de máquinas con unas tandas y unas repeticiones predefinidas. Yo propongo una pirámide de ejercicios alineada con nuestra historia y nuestra evolución, que puedes adaptar a tus preferencias.
Slow Fitness pretende que desarrolles una relación a largo plazo con tu cuerpo y con la expresión física del mismo, que es el movimiento. Haz cosas que disfrutes; ponerse en forma no es un objetivo a corto plazo, es una forma de vida; el proceso es parte de la recompensa. Aprende a disfrutar de la ‘biodiversidad’ de movimientos del cuerpo humano y de todo su potencial.
Un ‘slow fitter’ no es un especialista, la especialización no sólo tiende a ser aburrida, sino que si estresas la misma parte del cuerpo de manera repetida durante años, seguramente te dará problemas. Pregúntales a los corredores de maratones sobre el estado de sus rodillas. La diversidad de movimiento promueve la salud y genera un cuerpo capaz de actuar en situaciones diversas del día a día, por eso propongo tipos de entrenamiento funcionales y variados, como el CrossFit.
Respira profundamente, y disfruta el camino
Resiste el estilo de vida 24×7, donde comer y ejercitarse son aspectos secundarios y el objetivo es que ocupen el menor tiempo posible. Rebélate contra esta ‘arritmia social’, que nos desconecta de la naturaleza, de las estaciones, de los ciclos de día y noche, de la forma en la que nos alimentamos y nos movimos durante cientos de miles de años.
En realidad, ir lento en estos aspectos es la única forma de ganar la carrera de tu salud.
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Elige la dirección correcta, y disfruta el viaje.