¿Cuándo fue tu última pelea? o cómo entrena un luchador

«La sociedad que separa sus intelectuales de sus guerreros, hará que cobardes tomen las decisiones y tontos luchen las guerras».- Tucídides

«Si quieres reducir la violencia en una sociedad, enseña a todos sus miembros a luchar».- Anónimo

¿Cuándo fue tu última pelea?

No hablo de discusiones domésticas con tu pareja, o de la última vez que le levantaste la voz a un compañero de trabajo. Hablo de pelea de verdad, con puños y patadas. Salvo que seas el típico «macarra de discoteca», seguramente la respuesta sea «en la escuela», o incluso «nunca».

Nuestra agresividad natural 

No defiendo la violencia, pero desde un punto de vista evolutivo, la violencia es parte de la condición humana. Sobrevivimos gracias a nuestra habilidad para matar, tanto animales para comer como individuos de otras tribus para proteger nuestro territorio y nuestros recursos.

Está demostrado que la agresividad era un factor que ayudaba a lograr alimentos y a procrear, por tanto este rasgo fue favorecido por la evolución y ha llegado a nuestros días.

Es decir, somos agresivos por naturaleza. Lo mismo podemos observar en casi todas las especies, donde existen luchas entre sus miembros por territorio y por control de las hembras. Sin embargo esta violencia rara vez termina en la muerte de un oponente. Parecen existir ciertas reglas tácitas de combate.

Todas las sociedades han tenido algún tipo de tradición de combate: los griegos, los romanos, los egipcios, múltiples artes marciales en las sociedades orientales…

Quizá los humanos, siendo conscientes de los beneficios de la violencia, pero a la vez de los peligros de la agresividad desenfrenada, hemos optado por generar una válvula de escape a nuestra «agresividad natural» y estrés interno, canalizándola como una expresión física bajo ciertas reglas, asociada a códigos de honor.

Muchos estudios demuestran que las personas que practican algún tipo de lucha tienen mejor autoestima, más disciplina, más autocontrol y menos posibilidades de implicarse en cualquier tipo de crimen. Como decía Miyamoto, «el fin último de saber luchar es no tener que hacerlo«.

El cuerpo de un luchador

Suficiente filosofía. La idea que quiero compartir tiene que ver con el cuerpo que deberíamos tener para luchar, más que con la lucha en sí, y cómo entrenar para lograrlo.

Sabiendo que las peleas fueron parte de la evolución humana, y en muchos casos marcaron quién sobrevivió para procrear y quien no, parece lógico pensar que tener un cuerpo «listo para luchar», aunque nunca sea necesario, es una buena idea, y está ligado a un cuerpo sano, un cuerpo atractivo, o como yo digo, un cuerpo funcional.

Entrenar para combatir es muy diferente a entrenar para lucir el cuerpo en la playa. Y sin ánimo de parecer violento, te recomiendo que entrenes como si fueras a combatir. De paso lograrás un gran cuerpo para lucir en la playa.

¿Cómo entrena un luchador, un guerrero…? veamos.

Variedad

El combate es impredecible. No debes tener debilidades. Las combinaciones de movimientos y situaciones que se pueden dar en la lucha son infinitas.

Los ejercicios de aislamiento típicos de un culturista no te ayudarán. La capacidad de correr una maratón no te servirá de mucho en una pelea.

Necesitas velocidad, fuerza, explosividad, resistencia, equilibrio…, debes ser un atleta completo, y evitar la especialización.

Fuerza funcional

No sólo debes tener fuerza, sino fuerza funcional, es decir, ser capaz de desplegarla en una situación real, aprovechando todo tu cuerpo. Esto lo saben bien los boxeadores o los practicantes de artes marciales. Para aprovechar tu fuerza debes tener una base sólida, unas piernas fuertes; un luchador con «patas de pollo» es vulnerable, no tiene plataforma de apoyo.

Tu record máximo en el press de banca mide en cierta manera tu fuerza, pero no te va a ayudar mucho en un escenario de pelea, salvo que tengas un contrincante obeso encima de ti y lo quieras apartar.

La mejor forma de desarrollar fuerza funcional es entrenando movimientos, no entrenando músculos.

La fuerza funcional requiere que múltiples músculos trabajen de manera coordinada. Para dar un puñetazo contundente, no sirve con tener un brazo fuerte. Un boxeador te explicará que todo parte de la rotación del tobillo, que a su vez gira la rodilla, que activa la cadera para rotar el tronco y lanzar el brazo a gran velocidad. Es como una onda expansiva que cruza tu cuerpo, mientras éste se mantiene equilibrado durante todo el proceso, controlando su centro de gravedad, y con la precisión necesaria para golpear en el sitio exacto. Esto es fuerza funcional, y desde luego no se logra ejercitándose sentado en una máquina de gimnasio.

Objetos irregulares

Cuando peleas, tu contrincante no se va a posicionar exactamente como lo necesitas para levantarlo o empujarlo. Una barra de discos perfectamente equilibrada no es una buena representación de un contrincante. Tener un buen Deadlift es útil, pero acostúmbrate también a trabajar con objetos irregulares.

Levanta piedras, entrena con sacos de arena, utiliza la naturaleza. Recuerda que el mundo es tu gimnasio.

Potencia

Los movimientos explosivos son claves en una pelea. En la batalla todo ocurre rápido, y tu potencia (= fuerza x velocidad) es fundamental para mejorar tus posibilidades de vencer.

Tus entrenamientos deben por tanto incluir ejercicios pliométricos, como saltos y levantamientos «explosivos» desde el suelo. Estos ejercicios son ideales también para desarrollar la coordinación de tus músculos y la conexión mente-cuerpo, ya que ocurren a alta velocidad.

La mejor manera de lograr una potencia «útil» es con ejercicios corporales compuestos. El control de tu propio cuerpo, en diferentes posiciones, y con movimientos rápidos, es necesario para pelear.

Intensidad

De vez en cuando debes llevar tu cuerpo al límite.

Cuando estás luchando, no funciona detenerse y decirle al contrario que vas a descansar 2 minutos para evitar disparar el cortisol. Estarías muerto.

Si sólo acostumbras a entrenar por debajo de tu «umbral de comodidad», con los mismos ejercicios, las mismas tandas y repeticiones cada vez, tu cuerpo no responderá bien en un combate, donde las exigencias son máximas, y donde el primero que se cansa pierde.

Practica entrenamientos por intervalos de alta intensidad, múltiples Tabatas seguidos, sesiones de esprints

No recomiendo que te lleves al límite por costumbre. La efectividad de una sesión de entrenamiento no se mide por cómo de agotado terminas, pero de vez en cuando, debes salir de tu zona de confort y tantear tus capacidades máximas. Te sorprenderás de lo que es capaz tu cuerpo cuando se lo exiges.

Mentalidad

Por último, debes tener la mentalidad de un guerrero. El dolor y el esfuerzo asustan a la sociedad moderna. Debes tener una mente determinada, dura, que no se amedrante. Gran parte de lo que lograrás en la vida, y desde luego con tu cuerpo, no depende tanto de tus habilidades innatas (inteligencia, genética…) como de tu determinación, de tu habilidad para recuperarte de los avatares de la vida. Enfrenta los problemas, con determinación, y con actitud de luchador.

MMA (Mixed Martial Arts)

Y desde luego estas recomendaciones aplican tanto a hombres como a mujeres. Como prueba, un interesante video de unas auténticas guerreras.

Este deporte, denominado MMA (o artes marciales mixtas),  parece muy bestia, pero un estudio que analizaba las lesiones (y los tipos de lesión) producidos por varios deportes de contacto (boxeo, lucha y MMA), concluye que la gran mayoría de las consecuencias de estas peleas se reducen a pequeños golpes y magulladuras, siendo menos frecuentes que en boxeo por ejemplo las lesiones serias en la cabeza, y habiéndose registrado muy pocas muertes atribuibles a luchas MMA (3 hasta la fecha).

Una posible explicación es que dado que utilizan menos acolchamiento (son más «naturales») que en el boxeo, las peleas terminan antes, la posibilidad de seguir recibiendo golpes durante mucho tiempo se reduce, y por tanto también la gravedad de las lesiones. Algo similar a las ventajas de correr descalzo en vez de con tanto acolchamiento bajo nuestros pies.

Y como decía Tyler Durden en el Club de la lucha, «¿Cuánto puedes conocerte realmente si nunca has estado en una pelea?».

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