Impacto del Estatus en la Salud y Cómo Mejorarlo

«Si solo deseásemos ser felices, sería fácil conseguirlo. Pero deseamos en realidad ser más felices que los demás, y esto es mucho más difícil de lograr, porque creemos que los demás son más felices de lo que realmente son» – Montesquieu

Los humanos somos seres muy sociales.

Pero no nos contentamos con pertenecer a un grupo, queremos ascender en él, lograr su reconocimiento (detalle).

Y, como siempre, este impulso innato se debe al valor evolutivo que aportaba el estatus.

En todos los grupos humanos estudiados, las personas de más estatus tienen acceso a más recursos, a más oportunidades de procreación y a mejores cuidados para ellas y para su descendencia (detalle, detalle, detalle).

Por este motivo estamos programados para ganar estatus (detalle, detalle).

Percibimos el estatus como una necesidad, casi tan importante como comer o respirar. Sin estatus, enfermamos.

En este artículo entenderás la importancia del estatus en la salud y algunas ideas para mejorarlo.

Primero… ¿Qué es el estatus?

Podríamos definir el estatus como el lugar que ocupa un individuo en la jerarquía social. Este lugar determina su prioridad a la hora de acceder a recursos.

En animales como las hormigas o las abejas este estatus viene marcado por la genética. Una abeja obrera nunca intentará convertirse en reina.

En los humanos, sin embargo, esta jerarquía es flexible y cambiante, de ahí nuestra obsesión por escalar.

Según la investigadora Denise Cummins, existen dos tipos básicos de estatus (detalle):

  • Basados en Dominancia: donde se usa la fuerza para escalar en la jerarquía y para acceder a los recursos deseados.
  • Basados en Prestigio: donde el estatus no se impone sino que se obtiene a través de ciertos comportamientos y resultados.

Por suerte, el estatus en la mayoría de sociedades humanas está más basado en el prestigio que en la dominancia.

A pesar de su gran importancia, el estatus no deja de ser una percepción, una historia creada por nuestro cerebro.

En el fondo, nuestro estatus es una representación simbólica de nosotros en la mente de otros. Y nosotros mismos mantenemos una representación mental del estatus que asignamos a los demás.

Para estimar el estatus de cada individuo usamos un complejo algoritmo, que evalúa infinidad de variables. Por ejemplo, asociamos más estatus a la gente que viste ropa cara, que habla con más confianza, que se muestra más relajada o que adopta posturas de dominancia (detalle, detalle).

Pero hay muchísimos matices.

Alguien muy exitoso podría ganar más estatus por vestir con sencillez y comportarse con humildad. Si tu estatus es ampliamente reconocido no es necesario invertir en señales externas.

Por otra parte, el estatus es un juego de suma cero, que se mide en relación al de los demás.

Por ejemplo, hay baja correlación entre satisfacción vital e ingresos absolutos. Sin embargo, hay una alta correlación entre satisfacción y nuestros ingresos relativos, comparados con los del resto.

No es tanto el dinero lo que mejora nuestra satisfacción, sino el hecho de tener más que los demás (estudio, estudio).

Estatus y salud

En el mundo salvaje donde evolucionamos, la soledad era una sentencia de muerte. Sin conexión no había protección.

El rechazo del grupo implica la pérdida total de estatus, por eso el bullying o la falta de conexión social es tan perjudicial (detalle, detalle).

Pero la conexión no es suficiente. Nadie quiere vivir en los escalafones inferiores de la sociedad.

No solo queremos ser aceptados, queremos ser reconocidos.

Las personas de alto estatus socioeconómico tienen mejor salud y viven más (estudio, estudio).

Una parte importante de la diferencia viene, sin duda, porque las personas con más recursos pueden permitirse mejores alimentos y más tratamientos médicos, además de tener mejor educación y más tiempo para realizar actividad física.

Pero no es lo único que importa.

Hay también un impacto negativo en la salud fruto del estrés causado por autopercibir un bajo estatus (detalle, detalle).

De hecho, una vez que nuestras necesidades básicas están cubiertas, valoramos más el estatus que el dinero (detalle).

El bajo estatus nos enferma

El investigador Michael Marmot estudió durante décadas la salud de funcionarios públicos en el gobierno del Reino Unido, un sistema muy estratificado donde todos tienen claro su lugar en la jerarquía estatal.

Observó una relación lineal entre mayor estatus y mejor salud. Incluso productos cancerígenos como el tabaco parecen causar menos daño a las personas en los escalafones altos (detalle).

Para aislar mejor el efecto del estatus se han estudiado monos en cautiverio, donde todos cuentan con la misma dieta y el mismo cuidado médico.

Y también vemos que los monos con menor estatus enferman más y mueren antes.

La percepción de bajo estatus eleva el estrés y sobreactiva el sistema inmunitario, lo que contribuye a la inflamación crónica de bajo grado (estudio) y a una menor protección ante las enfermedades (estudio, estudio).

Variaciones repentinas del estatus de estos monos producen cambios claros en la expresión de sus genes, muchos de ellos ligados al sistema inmunitario. De hecho, se puede predecir con bastante precisión el lugar de un individuo en la jerarquía social evaluando su expresión genética (detalle).

En humanos, la percepción de bajo estatus se asocia con más riesgo de depresión y suicidio (revisión, detalle).

Por el contrario, recibir premios prestigiosos eleva la esperanza de vida, incluso en personas de nivel socioeconómico alto.

Por ejemplo, los ganadores de los premios Nobel viven más que los que simplemente son nominados (estudio).

Y lo mismo ocurre en el caso de los premios Oscar. Ganar la prestigiosa estatuilla aumenta la esperanza de vida, un efecto mediado principalmente por la mejora del estatus (estudio, estudio).

Veamos algunas recomendaciones para mejorar tu estatus y para reducir su impacto en tu salud.

1. Actúa con virtud

Sabes por experiencia cuántas vueltas has dado sin encontrar la felicidad. No la has encontrado ni en la lógica ni en la riqueza, ni en la fama ni en el placer. ¿Cómo se logra entonces? Teniendo principios que gobiernan tus impulsos y tus acciones” – Marco Aurelio

Hay dos formas principales de lograr estatus basado en prestigio:

  1. Teniendo «éxito»: demostrando capacidades o conocimiento especial.
  2. Siendo «virtuoso»: demostrando comportamientos que ayuden a otros.

Lo segundo es mucho más fácil que lo primero. En vez de intentar ser el más exitoso, intenta ser el más útil. Dicho esto, veremos que ambos objetivos se complementan.

Como explico en mi libro Invicto, actuar con virtud era la principal preocupación del estoicismo. No porque esperasen nada a cambio, sino porque era lo correcto.

Como decía Séneca, «la recompensa de una buena acción es haberla hecho».

Pero es evidente que si ayudas a los demás tú mismo te beneficiarás.

En mi resumen sobre el estoicismo menciono algunos comportamientos recomendados por los estoicos y sus resultados (probables) a corto y largo plazo.

Los comportamientos valorados por la sociedad varían según la cultura, pero la mayoría de ellos son universales. Destacan la lealtad al grupo, devolver los favores, la valentía, el respeto por la autoridad, la división equitativa de los recursos y el respeto por la propiedad de los demás (detalle).

Además, éxito y virtud no solo no están reñidos, sino que la virtud facilita el éxito. Si ayudas a los demás es muy probable que te ayuden a ti cuando lo necesites.

O, si tienes capacidades/conocimientos excepcionales y los usas para beneficiar a los demás, estos te «pagarán» otorgándote prestigio. Es el modelo de liderazgo conocido como Servicios por prestigio (detalle).

Evolutivamente es una estrategia mucho más estable que la del liderazgo basado en dominancia. Cuando el líder transmite conocimiento útil a sus seguidores estos respetan su autoridad (prestigio/estatus) y tienen menos incentivos para derrocarle.

En resumen, ayudar a los demás te hará sentir mejor y elevará tu prestigio social.

Nota: Como siempre, hay un grado óptimo de «bondad». El altruismo patológico es igual de malo que el egoísmo. Ayudar a los demás no puede implicar descuidar tus necesidades básicas.

2. Sé amable y competente

Es agradable ser importante, pero más importante es ser agradable”. Séneca

Esta recomendación es una extensión de la anterior.

Cuando conocemos a alguien nuestro cerebro se hace dos preguntas fundamentales (detalle):

  1. ¿Cuáles son sus intenciones?
  2. ¿Cuál es su capacidad de llevarlas a cabo?

Si somos amables las personas percibirán que queremos ayudar. Si mostramos competencia la gente percibirá que podemos realmente ayudar.

Y esta combinación eleva nuestro estatus antes los ojos de los demás.

3. Elige dónde quieres competir

¿Quiénes son exactamente estas personas cuya admiración buscas? ¿No son los mismos a los que tildas de locos? ¿Es tu ambición en la vida ganar la aprobación de lunáticos” – Marco Aurelio

Nassim Taleb afirma que el éxito no reside en estar en la cima de la jerarquía, sino en estar fuera de cualquier jerarquía.

Suena bonito, pero es imposible.

No podemos apagar nuestro sistema de detección de estatus. Lo que sí podemos hacer es modificar nuestra percepción de cómo lo logramos.

Al fin y al cabo, nuestra percepción de estatus es una ilusión.

Mientras que las jerarquías animales y las de sociedades ancestrales son claras, el estatus en el mundo moderno es más complejo. Participamos en multitud de grupos con distintos objetivos y distintas reglas.

Quizá gozamos de prestigio en nuestro equipo deportivo pero no en la empresa. O podemos ser el presidente de una gran compañía pero tener un estatus bajo entre los miembros de nuestra familia.

Si no te va muy bien en un ámbito, intenta prosperar y aportar en otra comunidad, aunque sea virtual.

Además, participar en distintos grupos reducirá el impacto en tu salud mental si tu estatus en alguno de ellos se ve reducido por algún motivo.

4. Imita a las personas adecuadas

«Elige a alguien cuya forma de vida quieras emular. Tenlo siempre presente como un ejemplo a seguir. Necesitamos un estándar contra el que medirnos, alguien recto que pueda enderezar al torcido» – Séneca

Los humanos somos copiadores natos. Aprendemos por imitación.

Pero no imitamos a todos por igual. Desde que somos niños copiamos más a los que percibimos de alto estatus (detalle).

Evolutivamente tiene sentido copiar el comportamiento de los que están arriba, porque en general ascendían los más competentes.

Sin embargo, en el mundo moderno asociamos mucho estatus a la fama y al dinero, por lo que copiamos a los más populares y ricos del planeta. Imitamos lo que hacen y deseamos lo que poseen. O lo que anuncian.

Pero este deseo mimético nos hace tomar malas decisiones. En vez de desear objetos por el valor que nos ofrecen lo hacemos por lo que esos objetos dicen de nosotros.

Por el mismo motivo permanecemos en trabajos que odiamos pero que elevan nuestro estatus.

El objetivo es ser más consciente de a quién imitamos y por qué.

Como explico en mi libro Invicto, los estoicos proponían la técnica de «Observación del sabio», que consiste en imitar el comportamiento de personas virtuosas.

Ignora la fama y el dinero de tus ídolos. Júzgalos por sus ideas y sus acciones. ¿Son realmente dignos de admiración? Si la respuesta es no, selecciona mejores modelos.

5. Ten un propósito

Sé tu propio espectador. Busca tu propio aplauso” – Séneca

Como explico en este artículo, podríamos definir el propósito como un sentido claro de dirección en nuestra vida (detalle).

Un propósito de vida es un marco general que encuadra nuestros objetivos y dirige nuestras acciones. Es una percepción de que nuestra vida tiene sentido y dirección.

Está relacionado con tener una filosofía de vida, con tener claridad sobre preguntas vitales: ¿Quién soy? ¿Qué cosas son importantes para mí? ¿Qué quiero perseguir? ¿Qué estoy dispuesto a sacrificar?

Tener un propósito claro nos hace prestar menos atención a las peleas por estatus y valorar más nuestro propio aplauso.

Por último, debemos entender que el estatus es una percepción, y que el daño por percibir bajo estatus es autoinducido. Solo existe si nos lo creemos.