Entendiendo el dolor y herramientas para superarlo

“El dolor es una opinión” .- Vilayanur Ramachandran

Recibo muchas consultas sobre cómo tratar diferentes dolores. No es mi especialidad, y recomiendo siempre acudir a un profesional. Pero también creo que como sociedad desconocemos los principios básicos de cómo funciona el dolor, y entender el problema es siempre el primer paso para resolverlo.

Para ello te traigo este artículo de Guillermo Muñoz, entrenador personal, consultor en nutrición y, por motivos personales inicialmente, especialista en dolor. Puedes leer más sobre él en su blog www.gmfitnesssystems.com.

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María sufre de un terrible dolor en la espalda baja. No hubo una causa particular, el dolor empezó de la nada. Decide ir al doctor para diagnosticar el problema. Una resonancia magnética revela una hernia de disco. Según el doctor, ésta es la causa de su dolor y necesita cirugía.

Ella no quiere operarse, y acude a un fisioterapeuta. Éste le explica que su core es débil y que sus glúteos no funcionan adecuadamente. Le receta ejercicios para fortalecerlos, pero el dolor continúa.

Después visita a un quiropráctico. Según él, su columna no está alineada y necesita algunos ajustes. La trata, pero sigue en las mismas.

Lo intenta después con un experto en masajes terapéuticos. Le asegura que tiene puntos gatillo en su dorsal ancho que se manifiestan como dolor en su espalda baja. Con unos simples masajes debería mejorar. Tampoco funciona.

Pasan los meses y no sabe qué hacer. Prueba con yoga, meditación, tai chi, pilates, reflexología, acupuntura, estiramientos… El dolor va y viene, pero nada parece arreglarlo por completo. Cada experto le da explicaciones diferentes. Está desesperada y confundida. Se siente impotente. Pierde la esperanza.
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Por desgracia, historias como ésta son frecuentes. Si tienes dolor constante, no estás solo. Alrededor del 20% de la población mundial tiene dolor crónico (estudio, estudio, estudio, estudio). Yo era uno.

Uno de los problemas básicos es que no reciben el conocimiento necesario para entender su dolor. Y entenderlo ayuda a lidiar con él. Este es el objetivo de hoy

¿Qué es el dolor?

Para la antigua medicina griega, el dolor era causado por demonios, era un castigo de los dioses. Posteriormente Hipócrates argumenta que el dolor ocurre por un desequilibrio de los humores corporales.

Siglos después, Descartes describe en su libro Le traité de l’homme que una lesión u otro estímulo nocivo activan receptores de dolor que mandan un mensaje por la médula espinal hasta el cerebro, donde el dolor es percibido. Esta idea asume que el dolor siempre tiene una causa física: lesión, infección, enfermedad.

Hace unas décadas, Ronald Melzack desarrolla el modelo utilizado actualmente para explicar el dolor: la neuromatriz (estudio, estudio). Este modelo explica la relación entre dolor, daño, percepción, movimiento, pensamientos, memorias y emociones.

Usaremos este modelo para explicar cuatro ideas que debes entender del dolor.

1. El dolor es una señal de salida, no de entrada

El dolor es una señal de “salida” de tu cerebro, no una señal de “entrada” al cerebro desde el cuerpo. Descartes estaba equivocado.

Tu cerebro recolecta información del cuerpo, la interpreta y, finalmente, manda las señales adecuadas. El dolor es una de esas señales.

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Evolución de nuestro entendimiento del dolor

María siente dolor en la espalda baja, pero el dolor en sí no se origina ahí. El dolor es una respuesta de su cerebro tras recibir e interpretar múltiples señales.

¿Cuáles son estas señales? Una de las más importantes es la nocicepción, o “recepción de peligro”. Se origina en los nociceptores, receptores distribuidos por todo el cuerpo. Pero no son receptores de dolor. Su misión es detectar peligros y alertar al cerebro.

El cerebro recibe la información y se pregunta: “¿Cómo de peligroso es esto realmente?«. La respuesta a esta pregunta determinará si sientes dolor o no y su intensidad.

Otra señal de entrada es la propiocepción. Informa al cerebro acerca de movimientos y de la posición del cuerpo en el espacio. El cerebro reconocerá ciertas posiciones como peligrosas y otras como seguras, utilizando esta información para modular el dolor. Por ejemplo, si tu espalda está en la misma posición en la que te lesionaste previamente, tu propiocepción reportará malas noticias y tal vez empeore el dolor.

Lo que ves y escuchas también influye en el dolor percibido. Verte una herida puede cambiar el dolor que te genera. O si observas un peso muerto con la espalda encorvada y así fue como te lesionaste, puede que experimentes dolor por el simple hecho de ver a la otra persona (estudio).

Tus pensamientos y expectativas afectan tu dolor. Si piensas que un estímulo en particular causará dolor, es más probable que así sea (estudio).

Tus emociones también juegan un rol importante. Los estados psicológicos asociados con depresión, ansiedad, pérdida de esperanza, miedo e impotencia influyen en el dolor crónico (estudio).

En resumen, nuestros movimientos, pensamientos, emociones y memorias afectan el dolor que experimentamos.

Esto no significa que el dolor sólo esté en tu cabeza o que lo puedas eliminar con el pensamiento. El dolor es real, pero se forma a partir de muchos elementos, y no es necesariamente un reflejo directo de daño en el cuerpo.

2. El dolor no equivale a daño corporal

Como regla general, cuanto más dañado esté tu cuerpo, más dolor sentirás. Pero la relación no es directa muchas veces, y son frecuentes las discrepancias. En muchos casos hay lesiones severas sin dolor, o dolor severo con pequeñas lesiones (incluso sin lesión real).

Daño sin dolor

Estos datos reflejan la situación física de personas que no tienen dolor:

  • En un estudio en personas sin dolor, el 52% tenía al menos una protusión de disco y el 38% tenía problemas en más de una vértebra.
  • Otro estudio refleja que el 33% tiene una anomalía sustancial en la columna, aumentando a 57% en el caso de mayores de 60 años.
  • El 77% de los jugadores de hockey tiene al menos una anormalidad en la cadera o pelvis (estudio), así como el 67% de la población general (estudio).
  • El 60% de las personas muestra anomalías en las rodillas (estudio). Otro estudio refleja degeneración en los meniscos en el 13% de personas menores de 45 años y en el 36% de personas mayores de 45 años.
  • Más de un tercio de las personas tiene desgarros en el manguito rotador del hombro (estudio, estudio, estudio).

Recuerda, hablamos en todos los casos de personas que no sufren ningún dolor. Conclusión: daño físico no implica necesariamente dolor.

Dolor sin daño

Por otro lado, muchas personas sufren dolor sin daño aparente. Un ejemplo típico es el dolor de espalda baja, como el de María. Muchos casos se clasifican como no específicos, es decir, no atribuibles a una patología conocida en la espalda (estudio).

¿Por qué el dolor no es un buen indicador de daño en tejidos? Por dos razones:

  • El dolor no existe para medir la severidad del daño, sino para fomentar comportamientos protectores.
  • El dolor te protege de una amenaza percibida, no de una amenaza real.

3. El dolor es una señal de acción, no un medidor de daño

El objetivo principal del dolor no es decirte que una parte corporal está dañada, sino motivar comportamientos de protección, como retirarte de un estímulo nocivo o evitar movimientos que empeoran un daño.

El objetivo final es el de siempre: incrementar tus posibilidades de supervivencia.

El dolor, por tanto, es una señal de acción. Te fuerza a hacer o dejar de hacer algo. Si ninguna acción es necesaria, o la acción ya se tomó, el dolor es inútil.

Un ejemplo clásico: soldados con lesiones severas, incluso con pérdidas de extremidades, que reportan poco o ningún dolor (artículo). Si el dolor los hubiera paralizado en combate, quizá no hubieran sobrevivido para contarlo.

Otro propósito del dolor es permitir que una lesión sane. Si ya pasó bastante tiempo y la lesión sanó todo lo que pudo, el dolor tampoco es necesario Puede ser el caso de daño permanente, como en algunos de los estudios que vimos anteriormente. ¿Te imaginas que todas esas personas sufrieran dolor? Estarían limitadas por el resto de sus vidas. Pero no lo están.

No sufren porque ese dolor no promovería un comportamiento beneficioso para su supervivencia. ¿Para qué seguir sintiendo dolor en algo que no va a cambiar (como es el caso de problemas degenerativos)?

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Nivel de dolor no equivale a nivel de daño físico

Como siempre, también entra en juego el efecto placebo, o reducción de dolor por la confianza de que cierta intervención va a funcionar (estudio). Tomas una pastilla, inyectas una aguja, visitas al doctor… el cerebro concluye que la ayuda está en camino y reduce el dolor.

La acción protectora ya se tomó. El dolor ya no es necesario y el cerebro lo reduce, a pesar de que el cuerpo sigue mandando señales de algún tipo de peligro (artículo).

4. El dolor te protege de una amenaza percibida, no de una amenaza real

Nuestro cerebro se equivoca con frecuencia ¿Ves líneas rectas o curvas?

rectasocurvas

Tu cerebro te dirá que son curvas, pero son en realidad líneas rectas y paralelas. Igualmente, el cerebro puede equivocarse al responder a una amenaza.

Un caso extremo: el miembro fantasma. Muchos amputados sienten dolor en un miembro que ni siquiera existe (artículo).

Otro ejemplo: una lesión menor a un dedo causará más dolor a un violinista que a un bailarín, porque el daño al dedo representa una mayor amenaza para el violinista (Butler & Moseley, 2013). Su cerebro por tanto percibe la lesión como más grave, y le produce mayor dolor.

Es como el sistema de alarma de una casa. Detecta peligro y señala la necesidad de una acción protectora. Esta señal se produce tanto si la alarma la activó un ladrón de verdad o tu gato por error. A pesar de que tu gato no es una amenaza (espero), la alerta se dispara.

Nuestro sistema de procesamiento de información de amenazas es imperfecto. No siempre el cerebro sabe qué está pasando y dónde.

Conclusión

El dolor es complejo, dinámico e individual. Muchas veces no sabremos con exactitud por qué tienes dolor y qué debes hacer al respecto. Lo único cierto es esto: el cerebro es siempre quien decide si algo dolerá o no.

Hay componentes del dolor sobre los que no podemos actuar conscientemente, pero sí podemos influenciar otros. Hasta cierto punto, el dolor es una opinión, y puedes entrenar tu cerebro para reducirlo.

En la segunda parte detallamos herramientas para ello.

Si te interesa aprender más de la migraña, escucha mi entrevista con el Dr. Arturo Goicochea o este artículo sobre el dolor de espalda.

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